LA PLUMA DE LA GALLINA MAS VIEJA DEL MUNDO
Era un verano demasiado caluroso, yo estaba tomando unos mates con el aire acondicionado prendido, leyendo el Carbuncio Azul. De repente tocan la puerta.
Al día siguiente la llamé al número telefónico que me dejó en el suelo de la entrada. Me atendió su mayordomo, con una voz grave. Yo pensé que me había equivocado pero él me empezó a hablar del caso. Me dijo que me pasaría con Verónica.
Fui a su casa y hablamos. Hablamos del caso. Su casa se encontraba en Palermo, en un pasaje angosto, adentro su casa era oscura, OLÍA A MIEDO. Era inmensa. Todo estaba limpió. Nos sentamos en la mesa del comedor. Nos sirvieron un té. Ella se tuvo que ir al baño. De repente sentí que un palo me dio en la cabeza y me desmayé
Me desperté y no me podía mover por el miedo. Estaba en mi cama con una nota que decía “No te metas en este caso”. Tuve miedo. No pensaba dejar el caso. Llamé a Verónica pero me respondió una voz aguda y me dijo lo que decía en el papel. Ya era tarde y decidí dormirme aunque no pude. Así que decidí recordar la situación. Recordé que se habían ido todos, solo estaba Verónica pero estaba en el baño. Así que tuve que interrogar a todos, pero todos tenían una coartada a prueba de bomba. Entonces se me ocurrió la clave, las cámaras de seguridad del parque.
Al día siguiente fui a la comisaria, me dejaron entrar ya que tengo un contacto que trabaja en la policía. Revise atentamente las cámaras. Pero lamentablemente el asesino no era ningún tonto. Había roto las cámaras antes de cometer el asesinato. Pero antes de que las rompa vi algo extraño en Marcelo. Un poco antes de que rompan la cámara se ve como Marcelo se aleja de la familia y empieza a mover la cabeza de un lado a otro, como si estuviera poseído. En ese momento pensé que me estaba volviendo loco, pero decidí ir a interrogarlo, ya que no lo pude interrogar la vez pasada porque estaba en la escuela. Fui a la casa y lo interrogué, a Marcelo se lo notaba nervioso, aunque es lógico en un niño de 14 años. Todo iba perfecto hasta que sucedió lo peor. Él comenzó a hacer lo mismo que se veía en las cámaras y yo no sabía qué hacer, entonces grité por ayuda, rápidamente vinieron Verónica y el mayordomo y entre los tres lo pudimos parar. Lo atamos a una silla y vimos claramente lo que estaba pasando. Entonces Verónica se puso a llorar fuertemente. Marcelo ya no era Marcelo. Ahora era otra persona, alguien malvado. Ninguno de los tres comprendíamos porque pasaba. Y entonces él dijo:
-Yo lo maté- y comenzó a reir muy fuerte-.
Verónica se fue de la habitación y luego todos nos fuimos.
Una vez en mi casa me puse a investigar mucho para ver si encontraba algo relacionado a lo que le estaba pasando a Marcelo. Luego de una hora investigando encontré algo. Era un artículo de una página conspirativa. Este artículo decía que esta enfermedad sólo afecto a cincuenta personas en el mundo. Seguí leyéndolo y entonces vi la cura. Era una mezcla rara pero fácil de conseguir. Una pata de rata, sangre de perro y un ingrediente más, el más difícil, una pluma de la gallina más vieja del mundo. Me puse a investigar cuál era esa gallina. Fue fácil encontrarla, tuve que viajar hasta Europa, Dinamarca. Allí se encontraba Der, la gallina más vieja del mundo. Por suerte sé hablar danés y le expliqué la situación al poseedor del sagrado animal, me dijo que ya le habían pedido una vez, así que cedió y me dio una. De vuelta en mi casa hice la mezcla y fui a la casa de Verónica. Pero antes de echarle el líquido en la boca le hice una pregunta.
-¿Por Qué?
-Porque si- dijo en forma de burla-
Entonces le dí la mezcla, se la tomó sin pensarlo, como si estuviera satisfecho y entonces volvió el inteligente Marcelo, pero por más que quisiera nunca volvió el pequeño Robertito.
Manuel Moure
- ¿Señor Casas?
- Si- respondí- ¿Qué quiere? (yo estaba casi seguro de que me necesitaba para un caso)
- Mire, mi nombre es Verónica Blanca, soy viuda y tengo dos hijos... Bueno, ahora solo uno- y rompió en llanto- fue hace tres días estábamos en el parque yo, la niñera de mis niños y un mayordomo quien estaba vigilándonos desde el auto
- ¿Cómo son la niñera y el mayordomo?
- La niñera es una mujer de confianza para nosotros, se llama Beatriz, es una soltera de 24 años, trabaja con nosotros desde hace 4 años y nunca nos falló. El mayordomo es un padre de familia, tiene 3 hijos y una esposa, se llama Carlos y trabaja con nosotros desde hace ya 10 años.
- ¿Y los niños?
- Los niños. Roberto es el chiquito, tenía 5, él es el que murió- se largó a llorar, se disculpó y prosiguió- Y el otro se llama Marcelo, es un nene muy inteligente y responsable, se podría decir que es un poco nerd. Tiene 14 años.
- Mañana comienzo la investigación- le respondí sin dudas.
Al día siguiente la llamé al número telefónico que me dejó en el suelo de la entrada. Me atendió su mayordomo, con una voz grave. Yo pensé que me había equivocado pero él me empezó a hablar del caso. Me dijo que me pasaría con Verónica.
- Hola señor- Me dijo ella nerviosa.
- Hola, soy yo, el señor Casas, necesito que me diga la dirección de su casa.
Fui a su casa y hablamos. Hablamos del caso. Su casa se encontraba en Palermo, en un pasaje angosto, adentro su casa era oscura, OLÍA A MIEDO. Era inmensa. Todo estaba limpió. Nos sentamos en la mesa del comedor. Nos sirvieron un té. Ella se tuvo que ir al baño. De repente sentí que un palo me dio en la cabeza y me desmayé
Me desperté y no me podía mover por el miedo. Estaba en mi cama con una nota que decía “No te metas en este caso”. Tuve miedo. No pensaba dejar el caso. Llamé a Verónica pero me respondió una voz aguda y me dijo lo que decía en el papel. Ya era tarde y decidí dormirme aunque no pude. Así que decidí recordar la situación. Recordé que se habían ido todos, solo estaba Verónica pero estaba en el baño. Así que tuve que interrogar a todos, pero todos tenían una coartada a prueba de bomba. Entonces se me ocurrió la clave, las cámaras de seguridad del parque.
Al día siguiente fui a la comisaria, me dejaron entrar ya que tengo un contacto que trabaja en la policía. Revise atentamente las cámaras. Pero lamentablemente el asesino no era ningún tonto. Había roto las cámaras antes de cometer el asesinato. Pero antes de que las rompa vi algo extraño en Marcelo. Un poco antes de que rompan la cámara se ve como Marcelo se aleja de la familia y empieza a mover la cabeza de un lado a otro, como si estuviera poseído. En ese momento pensé que me estaba volviendo loco, pero decidí ir a interrogarlo, ya que no lo pude interrogar la vez pasada porque estaba en la escuela. Fui a la casa y lo interrogué, a Marcelo se lo notaba nervioso, aunque es lógico en un niño de 14 años. Todo iba perfecto hasta que sucedió lo peor. Él comenzó a hacer lo mismo que se veía en las cámaras y yo no sabía qué hacer, entonces grité por ayuda, rápidamente vinieron Verónica y el mayordomo y entre los tres lo pudimos parar. Lo atamos a una silla y vimos claramente lo que estaba pasando. Entonces Verónica se puso a llorar fuertemente. Marcelo ya no era Marcelo. Ahora era otra persona, alguien malvado. Ninguno de los tres comprendíamos porque pasaba. Y entonces él dijo:
-Yo lo maté- y comenzó a reir muy fuerte-.
Verónica se fue de la habitación y luego todos nos fuimos.
Una vez en mi casa me puse a investigar mucho para ver si encontraba algo relacionado a lo que le estaba pasando a Marcelo. Luego de una hora investigando encontré algo. Era un artículo de una página conspirativa. Este artículo decía que esta enfermedad sólo afecto a cincuenta personas en el mundo. Seguí leyéndolo y entonces vi la cura. Era una mezcla rara pero fácil de conseguir. Una pata de rata, sangre de perro y un ingrediente más, el más difícil, una pluma de la gallina más vieja del mundo. Me puse a investigar cuál era esa gallina. Fue fácil encontrarla, tuve que viajar hasta Europa, Dinamarca. Allí se encontraba Der, la gallina más vieja del mundo. Por suerte sé hablar danés y le expliqué la situación al poseedor del sagrado animal, me dijo que ya le habían pedido una vez, así que cedió y me dio una. De vuelta en mi casa hice la mezcla y fui a la casa de Verónica. Pero antes de echarle el líquido en la boca le hice una pregunta.
-¿Por Qué?
-Porque si- dijo en forma de burla-
Entonces le dí la mezcla, se la tomó sin pensarlo, como si estuviera satisfecho y entonces volvió el inteligente Marcelo, pero por más que quisiera nunca volvió el pequeño Robertito.
Manuel Moure